De nuevo en el
suelo.
Respiraba con rapidez, recargada sobre mis
codos y acalorada veía a Ian sostener la espada peligrosamente cerca de mi
cuello, saborear la victoria, sabía que lo disfrutaba por la leve inclinación
de su cabeza.
- No eres rival pera mi – dijo él. Claro
que lo era, estaba rojo y cansado.
Reí.
- No…tú no eres rival para mi – pate la
espada, el filo corto un poco mi barbilla. Ian quedo pasmado por el repentino
movimiento y me dio tiempo para lanzármele, perdió el equilibrio y caímos los
dos.
Estaba completamente sobre el, el filo de mi
daga contra su manzana de Adán. Sentí mi cuerpo ascender y descender conforme
su respiraciones.
Me miraba atónito, le acababa de voltear
la jugada con una rapidez que incluso a mi me sorprendió.
- ¿Te rindes, Fletcher? – ronronee, ahora
yo saboreaba la victoria.
En un visto y no
visto, su boca se torció en una sonrisa que entendí milésimas de segundo más
tarde.
Tomo la muñeca que apoyaba en el suelo a un
lado de su cuello y con la otra mano tomo la que sostenía el cuchillo, me hizo
girar y ahora era yo bajo su peso, con una mano inmóvil bajo la de el y la otra
seguía sosteniendo el cuchillo, pero ahora él con su gran fuerza decidía hacía
donde se movería.
Gruñí y deje caer la cabeza agotada, se me
habían acabado los movimientos.
- Creo que debes de reconsiderar lo que
acabas de decir – jadeaba – y como dije antes, no eres rival para mi.
- Eso es porque no he jugado sucio –
sisee.
Soltó el cuchillo y mi mano, levantándose,
tratando de no parecer cansado, me sorprendí de que en realidad actuaba
bastante bien.
Yo me quede en el suelo unos segundos,
recuperando fuerzas.
- Eso es solo por que tu pareces un faro
– me impulse con dificultad y me puse de pie - ¿cuánto mides…1, 80?
- 1, 87
Bufe.
- ¿Ves?
Guardamos nuestras espadas y reanudamos la
marcha. Lo que comenzó con un descanso, termino como una reta
Definitivamente tenía que estudiar mas los
movimientos de Ian antes de volver a enfrentármele.
Además, había recuperado fuerza con su mano
ahora curada. Envidie lo rápido que había cicatrizado. Solo habían pasado dos
días desde que se la había vuelto a abrir mientras luchábamos y ahora solo
quedaba una pequeña capa rosada.
Sentí algo húmedo recorrerme el cuello.
- Rayos – maldije mientras observaba mi
mano manchada por la sangre de la herida en mi barbilla.
- ¿Qué sucede? – pregunto Ian sin
voltear a ver.
- Nada – le dije rebuscando mientras
caminaba algún trapito para limpiar la sangre y evitar que llegara hasta la
camisa - ¿dónde lo puse?
- ¿Qué buscas?- volvió a preguntar.
- Un trapo.
- ¿Para? – apreté los dientes y lo
voltee a ver irritada.
- Limpiarme la sangre
Esta vez Ian no
pregunto nada y miro sobre su hombro.
- Fue mala idea hacer ese movimiento –
dijo mientras rebuscaba en su mochila sin detenerse.
- No me digas – respondí cada vez mas
irritada.
- Ten – me dijo mientras me lanzaba
el trapo a la cara. Lo atrape en el aire y me limpie.
- Gracias.
Le herida dejo
de sangrar a los pocos minutos y guarde el trapo en la mochila.
Después de un rato de caminar y no
intercambiar una sola palabra, comencé a aburrirme y sin darme cuenta, empecé a
tararear una canción que por algún motivo siempre traía en la cabeza, por mas
que tratara de frenarla por la tristeza que me causaba.
Will la tocaba siempre, era un gran
violinista y esa canción siempre estaba enlazada con su imagen. ¿Seguirá Will
recordando como tocar?
Una punzada de melancolía me inundo, no
tenía ni idea de donde estaba mi hermano. Ni si estaba muerto, Iudir dijo que
logró escapar, lo busque durante mucho tiempo, pero nunca conseguí nada.
- Creo que conozco esa canción –Lo que
dijo Ian, corto el tararear de golpe.
- No lo creo – sentencie.
- Lo he escuchado en algún lado.
El corazón dio
un vuelco en mi pecho.
- ¿De que hablas? ¿Dónde? – dije,
disfrazando mi desesperación lo mejor que sabía.
Ian abrió la
boca para responder, pero no salieron palabras.
- No.
Creo que tienes razón y la he confundido.
- ¿Estas seguro? Tal vez si la conoces – la
mascara en mi voz era cada vez menos fuerte y daba a notar un poco la
frustración en mis palabras.
- No, no la conozco.- era tarde, Ian se me
había cerrado. Ya no le sacaría una palabra.
No pude sacarme
aquella canción de la cabeza en todo el día.
Tres días
después la cabeza me dolía. Esta noche sería la luna llena, El día anterior
había comenzado a sentirme débil o muy cansada, pero hoy definitivamente estaba
pasando un mal rato.
Eran las últimas horas antes de que
anocheciera y se podía ver el leve cambio de colores en el cielo.
Me detuve a descansar en un enorme
tronco, el piso se tambaleaba inseguro bajo mis pies y si daba unos pasos más,
seguro perdería el equilibrio. Rara vez me había puesto así, normalmente solo
vomitaba durante la noche y no pasaba de una resaca al día siguiente, pero esto
iba cada vez peor.
- ¿Estas bien? – Ian se había detenido,
su barbilla estaba cubierta por una pequeña capa de barba que comenzaba a
crecer.
- Si – mentí cerrando los ojos – solo me
duele la cabeza.
No solo me
dolía, sentía que iba a explotar, alguien golpeaba desde el interior del cráneo
con un mazo o algo por el estilo.
- ¿Quieres que paremos?
Negué con la
cabeza y el movimiento me mareó aun mas. Lleve mi mano a la frente, estaba mas
caliente de lo normal.
Di unos cuantos pasos, apartándome del
soporte del tronco, de inmediato lo lamente; mis rodillas temblaron y me
dejaron caer.
No supe en que momento Ian llego a mi
lado, pero ahí estaba, levantándome del suelo con mirada asustada.
- Estas ardiendo.
Sonreí con
debilidad.
- Gracias – intente reírme, pero el
costado me dolió. Hice una mueca y lleve mi mano a el en un inútil intento de
detenerlo.
- ¿Estas herida?
- No.
- Necesitamos bajar la temperatura.
- ¿Cómo? – la cabeza se fue hacía
atrás en el momento que Ian me levanto del suelo y tuve que hacer un gran
esfuerzo para subirla, él dio un salto y me acomodo mejor entre sus brazos. Perdí
el conocimiento unos minutos antes de escuchar la respuesta y cuando desperté
Ian me sacudía desesperado en el suelo.
- Gracias al cielo – dijo él con la
respiración entrecortada.
- ¿Dónde estamos? – poco a poco comencé a
ser consiente de mi alrededor. Estaba en el suelo, Ian me había quitado el corsé
para que respirara mejor y escuchaba algo correr a pocos metros de mi…agua.
- Hay que parar la temperatura – dijo el
mientras se quitaba la camisa, intente ponerme de pie, intente fingir que
estaba bien, pero estaba muy débil y sentía tanto frío que no dejaba de
temblar.
Volvió a tomarme en brazos, comenzó a
sumergirse. El corazón me latía demasiado rápido, temblaba por miedo y frío.
- No, no, no – comencé a suplicar – sácame,
sácame.
Seguro pensaba
que deliraba porque no me escucho, siguió sumergiéndose, el agua llego hasta mi
cintura por estar en brazos de Ian, poco a poco fue subiendo y como si el agua
me despertara de mi estado de inmovilidad cada vez me revolvía más y más.
- No, agua no, por favor.
- Helena estas delirando – dijo el
tratando de mantenerme quieta. El agua llego a mi pecho.
- ¡Sácame, sácame! – mi cuello se
sumergió y ya no pude mas, comencé a temblar, me aferre al cuello de Ian y
llore aterrada - ¡Sácame Ian, no dejes que me ahogue! ¡no de nuevo, no!
Pataleaba e intentaba jalar a Ian a la
orilla, la vista se me nublo, las manos se me entumieron y los oídos captaban
todo de forma apagada.
Ian comenzó a precipitarse conmigo en
brazos a la orilla, en cuanto sentí que el agua dejo de tocarme me lance fuera
de los brazos de Ian y caí, no exactamente en la orilla. Tuve que arrastrarme
hasta que estuve por completo fuera de “riesgo”.
Sollozaba con el cuerpo boca abajo, me hice
un ovillo y por más que lo intentaba no dejaba de temblar.
Sentí que habían pasado horas, esos segundos se sintieron como años en
los que envejecí y estaba al borde de la muerte.
Tarde en recuperarme varios minutos. Tenía
el cuerpo adormilado, como cuando se duerme sobre una mano y no sientes nada,
pero en todo el cuerpo; poco a poco, recupere la sensibilidad y sentí la tierra
mojada bajo mi estomago desnudo, la camisa se había alzado hasta las costillas
y seguro estaba llena de lodo.
Lentamente me incorpore, sentía que era
de cristal y que si apoyaba demasiado el peso, mis muñecas se romperían.
Ian estaba parado frente a mi, con la
respiración acelerada y el torso mojado y desnudo; tenia tres líneas en el
musculo del cuello, lo había arañado. Junte las rodillas al pecho y cubrí mi
cara con las manos.
Era una cobarde, una tonta. Había herido a
Ian, seguro que lo había asustado y por un momento se me ocurrió ¿qué podía
salvar mi reino? ¿alguien que teme incluso darse un baño?
- ¿Qué diablos te sucede Helena? –
pregunto Ian en un tono que me causo una punzada de dolor. Alcé la mirada para
encontrarme con la suya, llena de confusión y desesperación - ¿¡Que diablos te
sucede!?
- Lo lamento, lo lamento.
- ¿Lo lamen…? ¡Casi nos ahogas! –
brinque por el repentino grito - ¡contrólate!
- Lo intento…no puedo.
- ¡Es solo agua!
- ¡Para mi no es solo eso!
- Pues eso es un problema – gruño y
antes de que pudiera decir nada mas, tomo con un movimiento furioso su camisa
de una roca y salió de mi vista, adentrándose en los árboles dando zancadas.
Había empujado a Ian al limite de su
paciencia, había soportado mis pesadillas, mi malhumor y mis secretos, pero
esto había ido demasiado lejos. Volví a hundir el rostro en el hueco de las
rodillas y volví a llorar.
- Estúpida – dije para mi misma con un
hilo de voz – eso es lo que eres.
El lodo se
comenzaba a secar y me estaba irritando la piel, con gran trabajo me forcé a
moverme y me arrodille junto a la orilla, la espalda se me acalambro cuando
levante la camisa y moje mi costado, limpiando la tierra. Lo hice rápido, muy
rápido y de inmediato volví a trastabillar lejos del agua.
Pues
eso es un problema las palabras de Ian sonaban en mi cabeza una otra vez.
Estaba segura
que Ian se iría, no lo culparía. Una horrible sensación de nauseas me inundo la
garganta y tuve que precipitarme para llegar a un tronco y apoyarme en el
mientras sentía como la garganta me quemaba y me ahogaba, la cena hizo una
aparición estelar frente a mi, mi estomago se contrajo por las arcadas y las
rodillas se me doblaron temblorosas.
- Te odio – gruí con el estomago aun en
tensión cuando ya no había nada que devolver. Alcé la mirada y observe a la
luna en el cielo, observándome burlona – te odio.
Me enjuague la boca y trate de ponerme el
corsé de nuevo, pero los dedos me temblaban y no tenía fuerza para tensar los
cordones.
Comencé a dar débiles pasos en la dirección
que Ian había desaparecido, estaba segura que ya no estaría y que seguro solo
quedaría mi mochila en el suelo cuando llegara, no sabía exactamente a donde
tendría que ir porque había perdido el conocimiento, pero si seguía las huellas
seguro encontraría el lugar.
Caminaba con la cabeza gacha y la boca
curveada hacía abajo, en un momento las piernas volvieron a fallarme y gracias
al árbol a mi costado, pude sostenerme y no darme de bruces en el suelo.
El costado me dolió, sentí como si alguien
diera un puñetazo justo a mis costillas, pero no había nadie, el dolor me hizo
gemir y doblarme sobre mi misma.
Me quedé ahí, doblada por el dolor unos momentos
hasta que desapareció con la misma rapidez que había llegado.
Me puse en marcha de nuevo, concentrada en
las huellas que las fuertes pisadas de Ian habían dejado, no mire arriba en
ningún momento solo a mis pies y la tierra. Cuando llegué a donde había perdido
el conocimiento, a pesar de ya esperarlo me invadió una sensación de desolación
tan fuerte que de mis labios salió un suspiro que sonó como un sollozo.
Solo había una mochila en el suelo.
El atardecer
estaba comenzando y la temperatura descendía, pero para mi era como estar
enterrada en hielo, sentía los labios entumidos por el frio y la punta de mi
nariz helarse.
Me precipite a mi mochila con pasos torpes, dejándome
caer al suelo de rodillas junto a ella, rebusque con manos temblorosas hasta
que encontré la manta que usaba para cubrirme en las noches y me envolví en
ella.
- Ian – trate de decir, pero de mi
boca solo salió un susurro que incluso a mi me costo trabajo escuchar.
Gran parte de mi cabello estaba empapado,
mi ropa igual y se pegaba a mi cuerpo helada, haciéndome temblar más.
Me hice un ovillo en el suelo, gemía por el
frio.
Mire al cielo,
estaba rojo, parecía sangrar combinado con algunos tonos de rosado y amarillo
daba un aspecto sobrenatural y la luna…
Suspendida en lo alto, más enorme de lo que
alguna vez recordaba. Un escalofrió me recorrió la espalda, me encogí más y
apreté los puños, tenía las manos heladas.
El cielo se movía sobre mi, los colores se
hicieron violetas y del violeta llego el azul.
Los arbustos se
revolvieron a mi alrededor, pensé que serían lobos o algún animal que venía por
mi, pero no salió ni un oso, ni un lobo, de los árboles emergió Ian.
Corrió hacía mi. ¿Qué estaba haciendo
ahí? ¿Por qué regresaba por mi?.
Me alzo del
suelo y de inmediato lo sentí temblar cuando hizo contacto con mi cuerpo.
Estaba tan helada que incluso había causado frio a Ian.
Me cargo y me llevo a donde fuese que se
dirigía casi corriendo.
- Cuanto lo siento, Helena – decía el
angustiado - estamos cerca.
Cuando llegamos a donde una fogata se alzaba
orgullosa, la noche se había apoderado del día y cubría todo con su manto de
oscuridad, el cual solo se rompía con el intenso brillo de la luna, una luz
plateada que iluminaba todo de una manera que podía verse donde se pisaba.
Escuchaba susurros en mi cabeza, me decían
cosas que no entendía.
Ian me coloco
junto al fuego y cuando me quito la cobija que ya estaba empapada por culpa de
la ropa un escalofrío tan fuerte se apodero de mi que incluso fue doloroso.
De repente, tan fuerte como los dolores
que asaltaban mi costado de manera intermitente, imágenes de un nacimiento
llegaron a mis pupilas, el llanto de un bebe y la luna iluminándolo.
Es
una niña – decía una voz que parecía provenir de todas partes.
Finalmente ha nacido – era un hombre, una
voz que cosquilleaba en mi memoria, una voz que me causo melancolía – la futura reina.
El bebé tenía ojos grises, mis ojos.
Aquel hombre era mi padre, con el cabello
blanco y los ojos como los míos.
Y ese bebé, era
yo. Mi nacimiento, mi cumpleaños. Hoy era mi cumpleaños 19, ¿cómo lo había
olvidado?
Aquel momento se hizo borroso hasta
desaparecer y ser remplazado por otra escena.
Una niña, en la
biblioteca del palacio en piernas de su padre que le acariciaba el cabello, la
imagen era demasiado brillante y deseaba poder entrecerrar los ojos.
Cuando
el momento llegue, Helena, debes ser fuerte – Los ojos del rey se veían
suaves y preocupados.
¿Fuerte?
– una Helena joven y dulce arrugaba la nariz al pronunciar la palabra.
No
te resistas, solo deja que pase ¿entendiste? – La niña alzaba la barbilla
para mirar a su padre…a mi padre directo a los ojos. Se podía ver que no sabía
de que hablaba, pero aún así la niña asintió rotundamente con la cabeza. La
imagen se desvaneció.
Regrese al presente, con el dolor, el frío
y el miedo calándome hasta los huesos.
No te resistas – pensé apretando los dientes
– se valiente, déjalo pasar.
Ian estaba
hincado ante mi, se le veía asustado, estaba aterrado. Coloco mi cabeza en sus
piernas y apretó mis manos en las suyas. Yo igual estaba aterrada, pero abracé
las palabras de mi padre y me forcé a mi misma a controlarlo.
Relaje los puños y observe a la luna,
suplicándole que acabara de una vez.
Una honda de
viento arraso todo alrededor, callando a cualquier insecto o animal que
estuviera despierto, todo quedo estático.
La luna llego a su punto mas alto en el
cielo, iluminándonos directamente y entonces sentí mi cuerpo arder como el hierro
de una espada al fuego, un dolor al rojo vivo me recorrió completa. Mis ojos se
desenfocaron y enfocaron.
- ¡Helena! – era Ian que trataba de
mantenerme viva.
Algo arranco el
aire de mis pulmones, lo succiono y me forzó a separar los labios e inclinar la
cabeza hacía atrás por la sensación de que jalaban todo el oxigeno de mi cuerpo
y luego volví a inhalar un aire distinto, un aire frio y vivo, me quemaba, me
ahogaba; corrió por la sangre hasta mi corazón y exploto en mi pecho
extendiéndose a todas mis extremidades.
El oro de mi anillo me quemaba contra el
cuello, lo sentía arder.
Luego, todo se detuvo de golpe y perdí el
conocimiento.
sin palabras mas que para pedir mas wou que pasara ahora que fue eso ? quieromas un beso muy bueno buenisimo
ResponderEliminarombe!!!!! que paso ahí ... si no conocían los fósforos para esa época creo que tampoco practicaban R.C.P.. excelente amiga esperando una próxima parte... gracias...
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