martes, 4 de marzo de 2014

Capítulo 7. Partes dos

      - Se valiente – Era mi padre, hablándome frente a frente, no a un recuerdo, estaba tan presente que sentí podía tocarlo. Los mire con el corazón encogido por la necesidad de abrazarlos, pero algo me decía que no debía tocarlos.
       Ya lo es – Mi madre, abrazada del brazo de mi padre y  me observaba con ojos cristalinos.

 
Desperté atragantándome, como si hubiese estado bajo el agua y hubiese salido justo cuando mi cuerpo ya no aguantaba la respiración, enormes bocanadas de aire entraron en mis pulmones, gire sobre mi misma y tosí seco varias veces hasta que logré controlarme.

    Seguía siendo de noche, la fogata seguía calentado el aire fresco, pero ya no tenía frio y ya no había dolor, se había ido como había llegado, pero algo era diferente dentro de mi, sentía el cuerpo fresco por dentro.
    - ¿Helena?
Era Ian.
     - Ian – lo llame mientras me incorporaba y abría los ojos, que por algún motivo me ardían.
Lo voltee a ver, estaba asustada y confundida por lo que acababa de suceder.
    - Dios mío – dijo el abriendo los ojos de par en par y palideció más de lo que ya lo había hecho – tus, tus…- Ian me miraba directo a los ojos y alzo una mano, apuntándome con debilidad.
    - ¿Qué sucede? – pregunte asustada, me impulse para ponerme de pie, pero caí.
     - Tranquila – dijo el apresurándose a mi lado y ayudándome a sentarme – pero, creo que deberías de…de verte.
     - ¿Verme? – lleve mi manos a la cabeza y cerré con fuerza los ojos – hay…hay un espejo en mi mochila.

   Se puso de pie rápidamente y en cuestión de segundos ya estaba de nuevo frente a mi con el espejo volteado contra su pecho.
   - Solo, tómatelo con calma – dijo él, extendiéndome inseguro el pequeño objeto – porque necesito que me digas que diablos fue eso.- Ian hablaba de hace momentos, cuando parecía que agonizaba.
   Tome el espejo en mi manos, las que vi mas pálidas de lo normal. Poco a poco dirigí el cristal en mi dirección, primero la barbilla, los labios que se veían mas rosados en contraste de la piel pálida y finalmente los ojos.


      Ahogue un grito, llevándome una mano a la boca. Mis ojos ya eran grises, pero ahora eran plateados, parecían plata perfectamente pulida.
     - ¿Qué esta sucediendo? – me pregunte a mi misma con voz temblorosa.

El espejo mostro un pedazo de pelo, blanco como la nieve. El color cajeta de mi cabello se degradaba hasta convertirse en blanco en las puntas. Tome el mechón en mi manos y lo observe asustada.
    Aun apunto de entrar en crisis, recordé el ardor que me causo el collar en mi cuello y lo saque de mi camisa casi arrancándomelo del cuello.
      - Esto no esta pasando – susurre. El anillo ya no era dorado, ahora era plateado. Oro blanco - ¿¡Que esta sucediendo!? – me puse de pie de un salto, enrede mis manos en mi pelo y volví a observarlo, blanco. Se convertía en blanco…como el de mi padre.
    Hiperventilaba.
      - ¿Qué es lo que acaba de suceder? Dios, Helena, pensé que estabas muriendo. – Ian trataba de mantener la calma, pero no lo disimulaba del todo bien.
     - No se, no se, no se –
El viento comenzó a soplar con fuerza, eso solo me altero más.
       - Cálmate, cálmate – Ian se acerco a mi cauteloso y me tomo por los hombros, sacudiéndome con gentileza.

     Inhalé y exhalé una y otra vez con fuerza, hasta que logre controlarme, el viento también disminuyo su violencia, hasta convertirse solo en una brisa.
    - Ahora, con calma. Te suplico me expliques que sucedió – volvió a sacudirme un poco más y luego quito sus manos de mis hombros.
    Tenía tantas cosas en mi cabeza, tantas cosas que decir, preguntas que necesitaba hacer en voz alta y lo único que logré decir fue…
      - Es 27 de Noviembre – Ian frunció el ceño sumamente confundido – es mi cumpleaños, cumplo 19.
       - ¿Cum…cumpleaños? ¿De que hablas Helena?
 Baje la mirada, parpadee, recordando lo que había dicho mi padre.
       - Creo que mi padre me hablo de esto – comencé ordenando mis pensamientos, mientras miraba el suelo – me dijo que cuando el momento llegara debía de ser fuerte.
      - ¿Momento de que?
      - No lo se – susurre –, pero supongo que este fue el momento.
      - Te vez distinta – dijo él, sus palabras me tomaron por sorpresa, pero el tenía razón.
    - Me siento distinta – Ian me miro de una manera que me hizo sentir incomoda y carraspear - además tengo el cabello blanco y los ojos plateados, supongo que eso también ayuda al cambio de imagen.

    Me aparte de él y volví a inclinarme por el espejo que descansaba en el suelo. Volví a mirarme, esta vez con más calma.
    Estaba mas pálida, pero no me veía enferma y mis ojos reflejaban mas vida de la que habían reflejado en años. Voltee a ver la luna, seguía iluminando el bosque con su luz plateada. Creí escuchar un susurro dentro de mi cabeza, pero fue tan fugaz que lo pase por alto.

      Tome el anillo en mi mano y jale de la cuerda con fuerza, arrancando el collar de mi cuello. La joya descansaba en mi palma, la que debería de tener una cicatriz, pero ya no había nada. Estaba completamente lisa, no quedaba nada. Aguante la respiración y me pregunte si tal vez…
    Me coloque el anillo en el dedo, por primera vez en tres años. Una corriente eléctrica me recorrió hasta el pecho cuando lo hice, y cuando la sensación desapareció me apresure a levantar mi camisa.

   Ahogue un grito.
La horrible cicatriz que se había tejido a lo largo de mi costado con altos y bajos, era ahora una fina línea visible, pero ya no desagradable y tampoco tenía relieve. Entendí el dolor tan penetrante en mi costado.
        - ¿Qué diablos sucedió? – Ian miraba perplejo lo que quedaba de una horrenda herida. Sonreí, si hubiese visto la misma herida esa mañana hubiese dado un paso atrás.
         - Mira – respondí acercándome a él y extendiendo mi palma ya sin cicatriz – se ha ido.
   Él tardo en tomar mi mano, pero cuando lo hizo entreabrió la boca, sorprendido.
        - No puede ser.
        - Esto – dije alzando mi camisa hasta las costillas y atrayendo la mirada de Ian inevitablemente  - esto era horrible hace horas, ahora solo quedan líneas.
        - ¿Cómo te lo hiciste? – pregunto el sin dejar de observar.
 Sentí mi mirada nublarse, baje la camisa y aparte los ojos de él.
        - Fue hace mucho.
        - Helena, tienes que dejar de evadir el pasado – Ian hablaba con suavidad.
        - Es la única manera que puedo seguir adelante, si no hablo de el…siento que no paso, así es mas fácil.
      - No lo es – Ian tenía el rostro en blanco, sus labios eran una fina línea.
Lleve dos dedos al puente de mi nariz.
       - Bien – suspire y camine a la fogata, me senté con las piernas cruzadas frente al fuego.
Ian no tardo en sentarse a mi lado, tome una bocanada de aire y juguetee con el anillo.

  Comencé desde el carruaje, le hable de todo. Con ojos llorosos mencione la muerte de mi tía y el miedo que sentí esos días. Le hable de Flynn, sentí frío cuando hable de George y Khan y de Aarón…de Aarón no dije una palabra.
     Cuando comencé a hablarle de lo que sucedió en el rió, Ian tenía una mirada gélida. Desvió la mirada a mi costado cuando reviviendo el dolor que sentí, le hable de la rama que me atravesó.
   Hable de cuando Iudir me rescato y varias lagrimas mudas salieron de mis ojos al rememorar lo desolada que me sentí cuando me explico que ya no tenía a nadie en el mundo, que todo aquel a quien alguna vez ame, se había ido.
    Cuando termine, tenía la garganta seca y la noche lo había absorbido todo, solo el fuego nos protegía de la densa oscuridad.
        Me mordí el labio.
  - Por eso le temo al agua, nunca he podido superar ese momento y cuando intentaste ayudarme, entre en pánico. Nunca fue mi intención herirte, pero no…no pude controlarme.
  Ian exhalo con fuerza por la nariz.
       - Ese día que vendaste mi mano, no fue un sapo por lo que gritaste – concluyo él.
Negué con la cabeza.
     - Me resbale y el agua llego hasta mis hombros – reí un poco – por eso tardo años en terminar ¿sabes lo difícil que es lavar el pelo sin sumergirte?
   Ian también sonrió, pero sus ojos no lo hicieron.
        - Vas a terminar sacándome canas – dijo en voz baja.
Reí débilmente.
     - En estos momentos, yo tengo de sobra – tome un mechón de pelo y lo sacudí frente a el.
     - Esto es completamente extraño – Ian tomo el mechón que sacudía y lo observo con cuidado – cuando sucedió, había cambiado en cuestión de segundos antes de que te desvanecieras y cuando volviste a abrir los ojos – Ian me volteo a ver, fueron unos segundos que me causaron que me sonrojara. Por fortuna su mirada no duro mucho – bueno, si antes me costaba sostenerte la mirada, ahora será mucho mas difícil.

     Carraspee. Tenía que dejar de hacer eso, lo estaba convirtiendo en un habito.

   - Tenemos que ir por mis cosas – dije, tratando de cambiar de tema de conversación.
    - No con esta oscuridad – negó con la cabeza – es muy peligroso.
    - Pero, mis cosas están ahí – trate de convencerlo, mi colcha estaba ahí.
    - Mañana – sentencio el.
   Entorne los ojos.

       - Mañana- repetí, asintiendo débilmente con la cabeza.


La noche de hace dos días había sido completamente irreal.
   La luna me había reclamado y ahora parecía alguna clase de creatura del bosque con el cabello blanco en las puntas y los ojos plateados. No iba a ser cosa facil cubrirlos.
   - Entonces, deja ver si entendí – Ian había hecho un sin fin de preguntas que ni siquiera yo sabía la respuesta, pero algo dentro de mi, me ayudaba a responder – cuando naciste la luna fue la que te eligió para heredera.
   - Ese no es ningún secreto.   
   - Y cuando alcanzaste la edad a la que supuestamente te coronarían, ¿te reclamo? 
Agite las manos a los costados.
    - Mira, no se lo que paso, solo se que a mi padre también le sucedió – suspire y observe mi cabello – solo hubiese deseado que me hablara de ello.
    - Pero, lo hizo.
    - Un “tienes que ser fuerte” y “déjalo pasar” no sirven mucho a alguien de ocho años, que no sabe ni de que se está hablando.

   Una liebre. En mi cabeza vi una imagen que mis ojos no percibían.
Prepare el arco y antes de darme cuenta, la flecha atravesó un arbusto y se clavo en algo al otro lado.
    - ¿Qué diablos te sucede? ¿ahora matas arbustos? – Ian exhaló desesperado. Estaba estática, no sabía que acababa de suceder, solo dispare en cuanto vi al animal, pero…¿lo había visto?
    Ian fue por la flecha y se quedo inmóvil antes de tomarla.
   - ¿Cómo lo supiste? – pregunto Ian sin voltearme a ver.
   - ¿Saber que cosa? – me apresure a llegar a su lado y también me quede helada. La flecha atravesó justo el corazón del animal, la misma liebre que había aparecido en mi cabeza.

    Sentí el color bajarme por las mejillas hasta los talones.
   - Yo…yo, no lo se – Ian se inclino y tomo la flecha, se la quito al animal y lo sostuvo frente a él.
   - Supongo que hay que tomar un descansó – estaba completamente serio – después de todo ya tenemos que comer.
     No tarde en prender el fuego y el conejo tampoco se hizo esperar.
   - Helena, siento que me volveré loco, porque no tengo la menor idea de que le sucede a mi compañera.
   Compañera. Sentí extraño aquel nombre con el que Ian se dirigió a mi.
   - Solo lo vi.
    - Solo lo viste – Ian hundió la cara entre las manos – a ¿5 metros de distancia, detrás de unos arbustos y solo lo viste?
   Asentí con la cabeza.
    - Apareció en mi cabeza, no sabía de donde venía, pero sabía exactamente donde estaba…y al mismo tiempo no lo sabía.
     - Eso aclara… nada.
Di otro mordisco a la carne. Exactamente, no resolvía absolutamente nada.
     - Solo faltan 3 días – dije con la mirada perdida -, y aún no tengo ni la menor idea de que voy a hacer cuando llegue a Kellmer.
    - Ya pensaras en algo.
Solté una risotada.
     - Eso mismo dijiste hace once días y mira, sigo can nada y ahora también tengo que pensar que diablos me esta sucediendo.

     Terminamos el conejo y apagamos el fuego y lo pisoteamos para que no quedara ni una chispa con vida.
     - Helena – dijo Ian al cabo de un rato después de notarlo mas callado de lo que era normal.
     - Hmmm
     - Hay algo que debo decirte - trague saliva, eso no me gustaba - Yo no soy lo q…
Lobos, cinco. Nos escuchaban, nos veían. El olor de su pelaje llego a mis fosas nasales y el gruñido de sus gargantas resonó en mi cabeza.
   - Shhh – lo callé de golpe, interrumpiéndolo y cortando lo que fuese que iba a decir.
  - Es impor…
  - Que te cayes – siseé sacando mi espada, obligando a Ian a imitarme.

El silencio se apodero del lugar, pero yo los escuchaba, los olía, incluso imágenes de ellos llegaban a mis pupilas como ráfagas. 
  - ¿Qué sucede? – Ian estaba en tensión.
   - Lobos.

Como si mis palabras fueran algún tipo de llamado, emergieron de los arbustos y sombras.
 Se nos lanzaron en un parpadeo, el primero murió al instante cuando le atravesé el corazón con la espada, pero me había distraído y uno de ellos aprovecho para llegar a mi brazo.
  
     Grite.

6 comentarios:

  1. pero nooo como nos dejas haci me gusto que ella le contara y confiara su verdad
    pero el oculta algo yo lo sabia ya quiero saber que es un capitulo muy muy bueno me gusto mucho un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Rosa! ajaja tu siempre sospechosa, esperado el sábado

      Eliminar
  2. hola... sentí que fue muy corta esta parte... bueno seria por lo q esta tan interesante que me sentí así como cando fui a ver la primera parte del señor de los anillos al cine q la cortaron de golpe y salieron las letras.. porque iban a venir otras partes mas. bueno igual.. espero un próximo capitulo con ansias.. gracias..

    ResponderEliminar
  3. Uhh que mal con la intriga que me dejastee!! que le iba a decir Ian?? Que le paso cuando el lobo la atacoooo...mmm me re gustoo!!!

    ResponderEliminar