El primer cuarto
de luna brillaba en el cielo. El sexto día de viaje había sido agotador, el
camino se puso complicado y encontramos otra desnivelación, afortunadamente
esta fue una nada comparada con la primera y pudimos cruzarla en 20 minutos.
Todo
estaba en calma y sentía la sangre correr pesada por mi venas. Habíamos cazado
un ganso bastante gordo y tenia la panza llena. El viento mecía la copa de los
árboles con dulzura.
Ian dormía a unos metros de mi y el sueño
estaba a punto de arrastrarme igual que él.
No tardo en
hacerlo y con su llegada, llego el miedo y las manos de Flynn sobre mi hombro,
las de George tratando de quitarme el vestido y luego el agua que me tragaba.
Desperté y me incorpore de golpe, mis manos
se movían tratando de alcanzar la superficie, de arañar el sueño y despertarme
por completo.
- ¡Helena! Cálmate, por favor – fue Ian
quien finalmente lo logro, su manos estaban sobre mis hombros y me sacudía.
- ¿Ian? – tenía los ojos abiertos de par
en par, tratando de ver en la oscuridad.
- Soy yo Helena, tranquila – deje de
revolverme, ya no estaba ahogándome en el agua. Los ojos me ardían por las
lagrimas. Poco a poco me recosté de nuevo.
- ¿Ian? – volví a preguntar llevando mis
manos a su rostro y lo palpe con cuidado, no veía nada de su cara. Era
estúpido, pero mi cerebro me engañaba, me hacía pensar que era George
engañándome con ayuda de la oscuridad, pero no, no era él ni si cara, ni sus
manos. Ian tomo una de mis manos entre las suyas y la apretó.
- No hay nadie mas – repetí, intentando
convencerme. Me relaje y recargue mi cabeza en el hombro de Ian – él no esta
aquí.
- ¿Él? – pregunto Ian con suavidad,
acariciando mi cabello.
- George.
No recordé nada
mas, el sueño volvió a vencerme y la oscuridad me volvió a cubrir. Incluso ese
momento se borro de mi memoria y a la mañana siguiente mi cabeza lo había
confundido con un sueño que no alcanzaba a recordar por completo.
Los insectos de la mañana cantaban y
eso fue lo que me despertó. No estaba sola en mi colcha, Ian dormía a mi lado
con su brazo izquierdo debajo de mi cuello, mi cabeza estaba recargada en su
pecho y mi mano había estado descansando en sus costillas, sentía su pecho
ascender y descender con calma.
¿Qué rayos estaba haciendo ahí? ¿qué rayos
estaba él haciendo ahí?. Me levante con cuidado de no despertarlo, pero su
cuerpo se había ajustado al mío y en cuanto levante mi cabeza de su pecho, abrió
los ojos.
- ¿Estas bien?- pregunto con voz ronca.
Parpadee
repetidas veces y termine por ponerme de pie. ¿No le preocupaba como habíamos
terminado así?.
- S…si, todo bien ¿por qué no tendría
que estarlo? – halaba con rapidez y desee con todas mis fuerzas tener algo que
hacer. -¿qué…que haces en mi colcha? ¿por qué estabas con…conmigo?
Sus cejas se alzaron sorprendido y se sentó.
- ¿No recuerdas nada?
- ¿Qué es lo que tengo que recordar
exactamente? – cada vez estaba mas nerviosa.
La mirada de Ian
relampagueo divertida.
- Fue una noche interesante, no sabía que
podías hacer esas cosas
Abrí los ojos de
par en par.
- ¿¡De que estas hablando!? - él se encogió de hombros y se puso de pie -
¿hacer que cosas?
Ian me ignoro y
comenzó a enrollar su colcha, en la cual no había dormido porque estuvo en la
mía. ¡¿Por qué estaba en la mía?!
- ¡Ian! – gruñí, fue una extraña
sensación llamarle por su nombre, solo lo había hecho cuando en realidad no
pensaba claro y fui a buscarlo ensangrentada en la madrugada. El también noto
el cambio y dejo de ignorarme, se volteo en cuanto lo pronuncie. - ¿Qué
sucedió anoche?
Se rio, una risa cálida y gruesa.
- Tienes todo el día para recordarlo, si no
lo haces vivirás con la duda.
- Te odio – susurre y comencé a poner mi
cerebro en marcha mientras guardaba mi colcha. Incluso mientras me ponía el
corsé tenía la mirada perdida y el ceño fruncido tratando de recordar.
El día estaba hermoso, el bosque – a cuya
belleza me había acostumbrado – estaba aun más despampanante, pero yo no lo
disfrutaba, tenía todo los sentidos puestos en recordar y cada vez pisaba con
mas fuerza, desesperada por no lograrlo.
Lleve mi mano al cuello y saque el anillo de
la camisa que lo ocultaba. Jugué con el un rato, en un momento que el sol
golpeo el oro, un brillo dorado se proyecto, un brillo justo como el que veía
en mis sueños.
La respiración se me entrecorto unos
segundos, no encontraba una explicación para el como aquel brillo había llegado
a mis pesadillas. El resplandor también ilumino a Ian que se volteo
entrecerrando los ojos por el intenso brillo.
Me apresure a guardarlo de nuevo bajo mi
camisa.
- Eso no lo había visto antes – Ian había
reconocido el pedazo de oro con el jugaba y ahora no se detendría hasta sacarme
un poco de información.
- Es porque no lo muestro – respondí sin
mirarlo a los ojos, estaba molesta con él por no decirme que había sucedido en
la noche.
Ian entorno los ojos, divertido porque había
caído en su trampa de desesperarme.
Caminamos una hora y no me había dado
cuenta de lo furiosa que estaba hasta que explote. Tense el arco y coloque la
fecha en un solo movimiento, la flecha salió volando con increíble velocidad y
fuerza y se clavo en un tronco rozando por centímetros la cabeza de Ian.
- ¿¡Que demo…
- Vas a decirme que sucedió, me estoy
volviendo loca – dije apretando el arco en mi mano. Ian se me quedo viendo.
- ¿Más?
Parpadee. Me
acababa de llamar loca, yo sabía que no era del todo estable, pero no estaba
loca ¿o si?
- ¡Hasta aquí! – gruñí y saque mi espada,
apuntando de manera amenazadora a Ian. El sonrió y soltó una risa, dio un paso
adelante y coloco un dedo en la espada para apartarla de su camino.
- Por favor Helena, vamos déjate de
tonterías y no nos hagas perder tiempo.
Volví a apuntar la espada a su pecho.
-
¿Miedo, Fletcher? – ronronee girando mi muñeca libre de un lado a otro para
calentarla.
Ian suspiro y
saco su espada con un movimiento perezoso.
- Que hayas podido con dos….
- Tres – corregí.
- Tres, borrachos, no significa que puedas
conmigo – no me moví y ni di señales de que me rendiría – muy bien hagamos
esto, si me ganas te cuento y si no… tendrás que contarme como fue que diste
con el Rey de los Ladrones.
Era mucha información, por muy poca,
pero yo también podía jugar.
- De acuerdo.
Ian se movió
primero, increíblemente rápido. Me costo trabajo soportar su fuerza y hacer que
su espada resbalara por la mía, quedando del otro lado. Luego fue mi turno,
sabía que no ganaría con la fuerza, así que quedaba la maña; movimientos
rápidos y confusos.
Di una vuelta para tomar el mayor impulso,
las espadas chocaron. Ian malinterpreto mi movimiento como si tratara de
ganarle en fuerza y empujó, me ayudo separando la espada lo suficiente para
golpearla por debajo y desviarla hacía arriba. No fue suficiente, no la eleve
lo suficiente y la espada volvió a golpear la mía, me hizo retroceder.
Un movimiento tras otro, cada uno ligado
por el anterior. Ian reflejaba ya concentración, a diferencia de los primeros
segundos en los que aparentaba tener sueño, el pensaba que me ganaría, pero mis
movimientos eran mas rápidos que fuertes y eso lo mantenía ocupado.
Ian soltó una estocada que no vino con
mucha fuerza, logre desviarla con facilidad y me tire al suelo. Mi pierna
golpeo sus talones desde atrás, al ras del suelo y logre que Ian callera pesado.
Intenté ponerme de pie cuanto antes, pero
él no perdió tiempo y con sus piernas enredó las mías haciéndome caer de nuevo.
- ¿Problemas Ian? – gruñí con voz cansada,
intentaba ponerme fuera de su alcancé.
Tomo mis tobillos
y me jaló hacia él, voltee a verlo para ubicar su hombro y no romper su nariz,
cuando lo hice patee con calculada fuerza su hombro. Ian gruño y aflojo un poco
su agarre, lo suficiente para que pudiese librarme. Tenía que alcanzar la
espada y ponerla a centímetros de él, imposibilitándolo moverse y darme la
victoria.
Di unos torpes pasos hacía la espada mas
cercana, ambos las perdimos cuando caímos y la mía estaba a menos de un metro
cuando Ian se me lanzó, puso todo su peso sobre el mío, y me hizo darme una
vuelta sobre donde estaba y quedamos frente a frente, él sobre mi y yo inmóvil
bajo su peso. Sostenía mis muñecas por encima de mi cabeza. Me había vencido.
Él estaba rojo por el ejercicio y su frente
tenía una gotas de sudor. Mi pecho ascendía y descendía con rapidez, me
costaba trabajo respirar.
- Esta rojo y en el suelo, señor Fletcher
– dije, con las respiración entrecortada, tenía el anillo justo en el hueco
del cuello, la caída lo había hecho salirse de la camisa y sentía el oro frio
contra la piel caliente.
- Si, pero gane – también estaba cansado
y respiraba con rapidez.
Sentí mi muñeca
humedecerse y estire el cuello hacía atrás para verla, la venda de Ian estaba
roja. Se había vuelto a abrir la herida.
- Tu mano – le dije con tono preocupado,
pero él no se movió y no apartaba sus ojos de los míos, ni siquiera para observar
su mano ensangrentada. Yo no tenía a
donde apartar la mirada, su rostro ocupa todo mi campo visual – Ian, tu mano,
esta sangrando.
Parpadeo un par de veces antes de finalmente
fijarse en sus manos manchadas que seguían sosteniendo mis pálidas muñecas por
la falta de circulación, cuando finalmente las soltó fui capaz de incorporarme
e Ian se quito de encima. Me masajee las muñecas y limpie la sangre,
también acomode el collar, regresándolo
a su sitio.
-
Se ha vuelto a abrir – dijo él, quitándose la venda y reprimiendo una mueca de
dolor.
- Creí que no te haría sudar una gota y
resulta que incluso te hice sangrar – dije divertida, no parecía tan malo
revelar un secreto ahora si Ian se tragaba sus palabras.
Nos pusimos de pie y recuperamos nuestras
espadas, las guardamos en sus fundas.
- No esta tan mal –dijo él -cuando
estemos cerca de otro arroyo cambiare la venda. Mientras tanto puedes contarme
una linda historia, como acordamos.
No respondí de inmediato y ordene mis ideas,
que decir y que no. Hice una rápida lista de detalles que omitiría.
- Cuando logre escapar – ahí estaba el
primer detalle, no le diría que me habían ayudado, ni quien lo había hecho –
estaba malherida – y ahí el segundo -,
unas raíces secas habían hecho un hueco en la tierra y cuando caí en
ellas me sirvieron de escondite. A la mañana siguiente solo sabía que debía ir
al Este, seguí por donde había salido el sol, pero perdía demasiada sangre y me
desmaye, cuando desperté el sol estaba en el centro del cielo así que anduve a
la deriva horas, hasta que uno de los ladrones intento asaltarme, cuando se
fijo bien comprendió que no tendría mucha ganancia de una chica herida.
Recuerdo haberle pedido ayuda y segundos después volví a desmayarme y cuando
desperté ya estaba en el campamento de los ladrones.
Suspire, no me gustaba recordar.
- Y esa, señor Fletcher es la historia.
- ¿Malherida? – Ian tenía el seño
fruncido.
- Ah-ha ha – dije, negando con la cabeza
de un lado a otro – dijiste una linda
historia.
Ian apretó los labios, pensativo y no volvió a hablar.
El resto del
viaje, hasta el anochecer estuvimos en silencio. La pelea me sirvió de
distractor unas horas, pero finalmente volví a sentirme frustrada por no saber
que había pasado que termine durmiendo sobre el pecho de Ian.
Había vuelto a limpiar la herida y a
vendarla, la ingle me dolía un poco por el movimiento brusco y forzado de tirar
a Ian y a el le molestaba la espalda. Sonreí para mi misma, parecíamos ancianos
quejándose de la artritis.
El fuego crepitaba frente a nosotros, cada
uno de un lado de la fogata. Llevaba el cabello suelto y lo sentía rozarme la
espalda a través de la camisa. Había crecido considerablemente en los últimos
días y las puntas se estaban abriendo demasiado, usualmente Isabelle me ayudaba
con ese asunto, pero…
Trague saliva. Isabelle no estaba aquí y lo
que había hecho seguía doliendo. ¿Qué habrá hecho cuando despertó y descubrió
que me había ido? Apoye una mano en mi rodilla y recargue mi mejilla en el puño
de mi mano. ¿Había hecho bien? ¿Estuvo bien que me fuera? Volví a llevar mi
mano al collar y juguete con el anillo.
Aquel brillo que perseguía mis pesadillas,
no lo entendía. Pase mis manos por mi cara y cabello, desesperada por no saber.
No soportaba no saber.
Alcé la mirada y me encontré con los ojos
acanelados de Ian, me molestaba que hiciera eso, nunca fui fanática de ser el
centro de atención y definitivamente no de los que podían hacerte sentir
cristal cuando te volteaban a ver.
- ¿Qué? – pregunte cortante intentando
soportarle la mirada.
Él se encogió de hombros – nada.
Su cabello
parecía cobre, combinado con las llamas del fuego.
- ¿Cómo esta la mano? – pregunte de forma
distraída. Me sentía nerviosa, faltaban tres días para la luna llena, eso me
ponía mal. Una vez me sentí tan débil que no pude caminar hasta el día
siguiente, las chicas pensaron que era el periodo, pero no. Nunca entendimos
que había sucedido.
Mire la luna, cada vez mas grande, cada vez
más cerca
- Esta bien – Ian carraspeo – ayer no sucedió nada, Helena
– desvié la mirada del cielo a Ian –, solo fue una pesadilla.
Solte el aire.
Una preocupación menos que me oprimía el
pecho, yo sabía que nada había sucedido, pero no entendía como habíamos parado
a dormir juntos. Ahora lo entendía y una nueva preocupación me invadió, a veces
las pesadillas eran muy reales y hablaba en sueños, ¿habría dicho algo?
Me mordí el labio.
- Una pesadilla – repetí - ¿dije algo?
Ian se tardo una fracción de segundo más de lo
normal en responder.
- No, no has dicho nada – Suspire, sabía
que mentía, pero le agradecía por no haber hecho preguntas…a excepción de la
que tuve que responder por haber perdido contra él…pero en ese caso no era tan
grave.
Pase mis dedos por el pelo y comencé a
trenzarlo, el recuerdo de Fantine peinándome me asalto y me forzó a detenerme. No
podía hacerme ni una trenza tranquila…tal vez Ian tenía razón y si estaba loca.
- ¿De verdad crees que estoy loca? –
solté de forma suave, como si las palabras pesaran. No sabía porque lo había
dicho, pero ya lo había hecho.
Ian parpadeo y ladeo la cabeza.
- No, claro que no, lamen…
- Podría estarlo ¿sabes? A veces hago
cosas muy estúpidas.
- Todo el mundo las hace.
- No como las mías, no salen a buscar
a alguien en la madrugada con un camisón ensangrentado, no se asustan cuando
alguien las toca – sin poderlo evitarlo, los ojos se humedecieron y la lengua
se enredo en mi boca y cada segundo el nudo en mi garganta crecía - no gritan
en sueños, no huyen del único lugar donde se sienten seguros – Limpie mis ojos
con fuerza y me sorbí la nariz – no lloran o sienten miedo todo el tiempo.
Estaba muy ocupada tratando de no soltarme a
llorar, que no note cuando Ian se puso de pie para sentarse a un lado mío.
-
No era mi intención hacerte sentir mal – paso su brazo por mis hombros, y como
había dicho con anterioridad di un pequeño brinco, Ian me apretó más, como si
quisiera mantenerme en este momento y mi cabeza no vagara por otros rincones.
Me encogí y pegue al cuerpo de Ian como si tuviera frio – Yo le temo a las
alturas.
Bufe, no me lo creí. Prácticamente había
mantenido total control mientras escalábamos la pared de rocas.
- Hablo en serio, cuando resbalaste
hace días casi me bloqueo.
- Seguro – el nudo en mi garganta
estaba desapareciendo y los ojos ya no lloraban. - Yo le temo a…
- Los sapos –completo el – pegaste
un buen grito ese día.
Trague saliva,
era mejor que no supiera. Solo Isabelle, Iudir, Henry y Umma sabían de mi
miedo…y ahora Henry esta muerto. Temblé, el recuerdo de su sangre empapando el
suelo, su mirada perdida y su boca abierta en un eterno grito me causaron
calambres.
- Si – susurre – los sapos.
entiendo que ella no confie pero siento que el oculta algo no se porque pero eso creo yo muchas gracias un capitulo muy bueno saludos yclaro que esperando por mas
ResponderEliminarComo siempre gracias por nunca perderte una entrada!! ya quiero que sea sábado!
EliminarExcelente historia, te felicito Jane, me encantó y enamoró, quiero seguir leyendo más y más, que días publicas??
ResponderEliminarCariños
muy buena .. me fascino espero el próximo capitulo con ansias.. gracias..
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