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El animal me
tiro al suelo y jalaba de mi brazo de un lado a otro, rasgando la piel.
- ¡Helena! – Ian se debatía con un lobo en
el suelo, otro de ellos estaba inmóvil y con el pelaje manchado de sangre a un
metro de donde Ian estaba acorralado. Dos muertos, uno con Ian y otro se
encargaba de mi brazo. Cuatro. Yo había visto cinco.
Haciendo el miedo y el dolor a un lado
alcancé mi daga en el cinturón, el animal abrió los ojos de par en par cuando
el acero se abrió paso hasta su corazón, sus mandíbulas se aflojaron y dejaron
ir mi ensangrentado brazo.
Volteé a ver a Ian. Se estaba quitando el
peso muerto del lobo de encima, el movimiento lo hizo darse media vuelta y
quedar mirando al suelo. Con la espalda totalmente desprotegida.
El quinto lobo salió de la nada, solo un
fugaz movimiento, una sombra que se abalanzo sobre su espalda.
- ¡Ian! – grite a todo pulmón. Todo
sucedió en cuestión de segundos. Ian abrió los ojos de par en par, entendiendo
lo que estaba por suceder. Extendí mi mano en su dirección y abrí la palma como
si le ordenara al animal detenerse, quería que se detuviera…si no lo hacía Ian moriría
y la sola idea hizo a un lado todo el dolor para dar paso a una desesperación
agonizante. Ian se dio media vuelta justo cuando las fauces del lobo se abrían
por completo.