jueves, 8 de mayo de 2014

Capítulo 8. Parte 1

Igual que había sucedido antes de salir del bosque de Elirdea, me mantuve al margen de la protección de los árboles unos angustiosos segundos mientras sentía el corazón latir desbocado entre las costillas. No me quería mover de ahí, tenía la venda sobre los ojos, pero aún así sentía el susurro de las hojas en la nuca diciendo que me quedara.

Sentí frió. Un calambre me recorrió la columna y me hizo temblar levemente mientras aspiraba con fuerza por entre los dientes.

      - Helena - insistió Ian. Supuse que debía de llevar más de lo que pensaba parada como columna. Me mordí la lengua tragándome el reproche que quería soltarle a Ian pidiendo que me tuviera paciencia. Finalmente me callé y tomando aire di un paso al frente. Me temblaron las piernas.

Comencé a caminar, después de unos cuantos pasos me detuve. Llevaba caminando como si nada a pesar de solo ver oscuridad. Trate de disimularlo lo mejor que pude y extendiendo con cuidado las brazos a sus costados y al frente busque a Ian. Di un respingo cuando lo sentí y mis pies se enredaron cuando el me jaló con poca delicadeza.
   Arrugué el ceño y apreté los dientes. No tenía por que ser así, desde la noche en que intento besarme había estado demasiado distante, demasiado frió, demasiado vengativo. Parecía un niño chiquito. Volví a morderme la lengua y conté hasta 20, no 40. Veinte por la paciencia y 20 para apaciguar el miedo.

Cuando sentí la piedra bajo mis pies y el bullicio aumentando de volumen apreté por inercia a Ian. Sentí una gota de sudor frio recorrerme la espalda.



          - ¿Su motivo en Kellmer? - la voz del soldado atronó en mi cabeza. Sin poder evitarlo temblé.
Olía a sudor, su voz era ronca, seguro por alzar tanto la voz.

          - Es solo una parada, necesitamos descansar - Ian se escuchaba completamente calmado.
Hubo un angustioso momento de silencio, escuchaba la gente caminar a mi alrededor, demasiada gente.  Me moví nerviosa en mi lugar.

           - ¿Y esta quien es?

¿¡ESTA!? Si no hubiese estado tan nerviosa le hubiese pedido que repitiera la forma en la que me hablaba, pero como el miedo controlaba cada nervio de mi cuerpo lo mejor que pude hacer fue fingir una sonrisa torcida.
  Tenía que controlarme, no podía dejarme cegar por el miedo.

           - Mi esposa - trague saliva. No me gustaba esa palabra.

           - Aja ¿que tiene en los ojos? - volvió a preguntar el guardia. Demasiadas preguntas.

           - Una venda, esta ciega.

          - Aja - repitió de nuevo el hombre ¿por qué se demoraba tanto?

En ese momento alguien paso con la fuerza de un caballo a mi lado. No estaba lista para el golpe y perdiendo el equilibrio termine medio colgada del brazo de Ian. Él me levanto y volvió a hablar.

         - ¿Podemos pasar? Van a terminar pasándole encima.

Conte los segundos conforme entraba y salía el aire de mi nariz.
Uno
Dos
Tres
Cuatro. El viento comenzó a soplar nervioso.

         - Adelante - sentí que el pecho se expandía en busca de aire para buscar alivio.

         - Gracias - respondió Ian fingiendo bastante mal un tono de gratitud.

Caminamos demasiado deprisa por la plaza. Mi hombro se golpeo contra el de varias personas. No podía esquivarlas, las imágenes llegaban justo cuando el golpe lo hacía también. Demasiadas imágenes, demasiada gente, demasiado ruido. Todo olía muy fuerte, todo iba demasiado rápido. Sentí que me asfixiaba.

      Finalmente, la impaciencia y el mal humor de Ian termino por causarle más problemas.
Para ese entonces me habían dado tantos golpes en el costado y en la cadera que todo lo sentía dolorido y medio entumido, Ian prácticamente me arrastraba y aunque el lo sabía, su velocidad iba en aumento junto con mi desesperación y quería estrellarle cualquier cosa que tuviera cerca en la cabeza... no lo hice porque nos traería problemas.
      Las calles eran irregulares, había baches por todos lados y tanta gente amenazaba con hacerme perder el equilibrio. Hasta que sucedió.

La punta de mi pie choco contra lo que podía ser un pedazo de madera, perdí el equilibrio y el brazo de Ian. Me precipite unos pasos hacía delante hasta que choqué con alguien. Caí al suelo junto con lo que sentí como un hombre.

           - ¡Oye ten más cuidado! - grito el extraño cuando golpeamos el suelo.

El miedo me golpeo demasiado rápido y mis palabras comenzaron a volar nerviosa.

          - Lo….lo siento. De verdad yo…no, no quería - las palabras salían al revés de mi lengua, sentí el color bajarme hasta la punta de los pies - es que no puedo ver…no lo he…yo no. Por favor perdo..

           - Vamos Helena - gruño Ian mientras tiraba de mi con fuerza. Pero yo no me podía poner de pie, ni siquiera sabía donde apoyar las manos o los pies. Termine por solarme del brazo de Ian.

           - Oye amigo - dijo el extraño que también se estaba poniendo de pie mientras me ayudaba a mi - no pasa nada, no tienes por que hablarle así.

La lengua me bajo hasta la garganta. ¿Me estaba defiendo?

          - No te conozco, no tienes porque decirme que tengo o no que hacer. Ahora quitate, tenemos que irnos.

         El extraño lo ignoro.

           - ¿Estas bien? - me pregunto mientras sentí que sus manos se posaban en mis hombros. A diferencia de otras veces esta vez no salte por el contacto, solo fue un respingo.
Pero de inmediato cuando el contacto comenzó a quemar demasiado y pude ver el color castaño de su cabello cosquilleando en la parte de atrás de las pupilas, me solté de él y di un paso hacía atrás mientras asentía sin decir una palabra con el cuello y los hombros tensos.

           - He dicho que te quites de nuestro camino - siseo Ian de nuevo mientras sentí que daba un paso al frente tomaba mi brazo y mientras tanto empujaba al desconocido con tosquedad hacía un lado.

 El vello de la nuca se me erizo cuando el color de sus ojos invadió mi cerebro y me forzó a seguirlos. Eran de un azul que me recordaba a los colores que usaba mi madre para pintar cuando representaba el cielo. Suaves. Como si no tuviera una venda en los ojos, lo vi fundir el ceño al mirar a Ian y un destello de confusión cuando se dio cuenta de que lo miraba directo a los ojos a pesar de ser "ciega". Luego cuando un nuevo tirón de Ian llego a mi brazo, la imagen desapareció y volvió a sumergirme en la oscuridad.
     El resto del camino esta vez fue más despacio.

Llegamos a la posada y después de pagarla nos metimos al cuarto. Maldije en mi cabeza millones de veces. No quería compartir cuarto con nadie, no quería un cuarto: deseaba el bosque. Todavía escuchaba a las ramas susurrar.

    Escuché que ponían el cerrojo y de inmediato me arranque la venda de mis ojos. Me meti al baño y me quite el vestido con furiosos movimientos, me puse la camisa y la ajuste tan fuerte que temí romperla en cuanto lo hice. Me detuve un segundo y mientras me desataba furiosa el cabello me observe en el espejo. El agotamiento hacía que mi pecho pesara.

        Suspire y sali del baño. Ian estaba escondiendo armas debajo de los muebles y del colchón. Mi arco y mi carcaj estaban arrinconados detrás de lo que parecía una cómoda para guardar ropa. Era tan pequeña y aun así no íbamos necesitar más de dos cajones.

   Volví a dirigir mi atención a Ian. Estaba furiosa.

           - ¿Que te sucede? - gruñí.

          - ¿De que hablas? - respondió el frunciendo el ceño con actitud molesta. Apreté los puños.

          - De como me arrastraste por medio Kellmer - sisee enojada mientras mi rabia aumentaba.

     Se mantuvo un momento en silencio, él sabía que yo tenía razón.

          - No parece que eso te haya detenido.

         - ¿Ahora que tanto ladras? - le pregunte cruzando los brazos. Ahora era él quien apretaba los puños. Bien.

         - ¿Sabes que? Olvidado - gruñó él.

         - No, no, no, no. Ahora me dices - di unos pasos en su dirección mientras niego con la cabeza.

         - Hablo de como te dejaste caer encima de ese tipo.

  Bufé desesperada.
 
          - No podia ver ni una mierda, me llevabas arrastrando por todos lados mientras me golpeaba contra todo y todos, finalmente no pude mantener el equilibrio. Yo no sabía, nadie se hubiese caído si tu no estuvieras con ese carácter.

      Él se da media vuelta mientras bufa y sacude la mano dándome el avión.

           - Voy a salir - le digo tomando mi capa y camino a zancadas hacía la salida.

           - ¿Que vas a qué? - pregunta Ian a medio grito mientras intenta detenerme, pero me le escabullo y salgo por la salida de emergencia: la ventana.
    Con paso ágil salto al pequeño techo hay enfrente y me cuelgo de su orilla para dejarme caer con ligereza sobre el húmedo piso que se escucha como una almohada cuando aterrizo en él.  No miro arriba. Me pongo la capucha y camino mientras la capa hondea levemente al nivel de mis pies.

             A unas cuantas cuadras me detengo en seco cuando oigo el bullicio del mercado. ¿Que estoy haciendo?. Estoy sola en una ciudad que no conozco, pero no es que tema perderme, me he aprendido el camino, más bien es el temor a ser vista. Rápidamente la opción de tragarme mi orgullo y regresar a la posada ocupa gran parte de mi mente.

      Camino sigilosa unos pasos más y me asomo levemente para ver el mercado. No está muy lleno, pero a mi me parece un mundo de gente. Vuelvo a esconder la cabeza detrás del muro y la pego contra la pared. Aprieto los dientes y respiro con fuerza mientras cuento hasta diez.

   Mierda, mierda, mierda, mierda.

Mis piernas se mandan solas y antes de que mi cuerpo reaccione, ya me dirijo a donde no estoy segura de querer ir. A la plaza.
    Camino con cuidado y con los sentidos al 100, el tiempo pasa y me doy cuenta de que no es tan malo si se puede ver, y si no te están arrastrando.

 El tiempo pasa y yo observo lo más tranquila que puedo todas las baratijas que se venden en los puestos, telas, carne, seda, joyas falsas y algún que otro animal de granja. Una punzada de coraje me inunda el pecho cuando pienso que ese pudo haber sido mi futuro. La misma escena solo que yo no tendría que esconderme detrás de una capa y sentir el corazón en la punta de cada dedo.

Me la paso así un par de horas hasta que que noto que algunas personas me voltean a ver extrañadas cuando notan que llevo pantalones pegados, lo peor otras murmuran con otra gente sin perderme de vista . Lo había olvidado, llevo los malditos pantalones.

Voy a regresar cuando doy media vuelta, pero me topo con algo, un alguien más bien.
     Cuando alzo la vista me muerdo el interior del labio para controlar mi sorpresa. Es el extraño de los ojos azules.

   De inmediato vuelvo a bajar la mirada, pero ya es tarde. Se ha quedado paralizado.

           - Disculpe - digo con voz ronca por el nervio e intento escabullirme. El me detiene.

           - Oye, oye ¿te conozco? - la pregunta me obliga a tragar saliva. Suplico porque los pantalones, la camisa y el pelo suelto lo confundan y no me recuerde.

           - No, no me conoces - le digo volviendo a zafarme de él. Quema, quema, quema. Camino can paso firme y liviano hacia cualquier dirección, solo quiero salir de ahí. Quiero salir y quiero hacerlo rápido.

     Justo cuando siento que estoy libre, siento en mi nuca la respiración acelerada de alguien no muy lejos de mi. Escucho con eco el sonido de sus botas golpeando un charquito de la calle, de inmediato el miedo desaparece y da paso a la asesina que Iudir entreno.
     Me escondo en las sombras y cuando la figura llega a mi altura me lanzo, el cuchillo y mi mano somos uno solo y sigue mis movimientos cuando estampó al hombre contra la pared y aprieto el frío acero en su cuello.

     Otra vez esos malditos ojos azules. No aflojo el agarre.

           - ¿Por que me sigues? - le susurró. Él extraño traga saliva. Esta vez puedo verlo con más detenimiento. Lo único que viene a mi mente es que es apuesto, muy apuesto.

           - Yo solo…por favor  no me mate, quería - el cuchillo roza su manzana de Adán-  invitarla a to….tomar al..algo . No me  mate por.. por fa… favor

  Siento que mi semblante se relaja. Me aparto con velocidad de él y me separo unos cuantos pasos.

            Tengo ganas de decir que lamento haberlo asustado, pero no me lo permito.

            - No me vuelvas a seguir, tienes suerte que me detuve a investigar, esto pudo haber terminado muy diferente.

        Él hombre traga saliva. Me doy media vuelta, pero vuelvo a detenerme en seco cuando su voz se escucha emerger de su rígida garganta.

               - Me llamo Alex.

    Me doy media vuelta y lo observo detenidamente. Me ha visto, me ha visto bien. Nunca debí salir del cuarto. Una balanza imaginaria se debate entre dejarlo partir o comenzar a preocuparme por esconder un cadáver.

            - No deberías ni siquiera intentarlo - mi tono de voz sale fuerte, amenazador.

            - ¿De donde eres? - me pregunta mientras noto su pecho hincharse de aire para darse valor.

    La pregunta no me gusta.

           - De ningún lado. Punto. Conversación finalizada.

           - ¿Cómo te llamas? - ladeo la cabeza ¿es que no entiende de que la balanza se inclina cada vez más hacía un futuro oscuro?

     Respiro.

             - Anna - le digo secamente mientras recuerdo con dolor la noche que volví a ver a Aarón y el nombre que utilice antes de revelar estúpidamente mi existencia. Tonta, tonta. De repente la cruda realidad me golpea: estoy volviendo a cometer el mismo error -ahora vete

              - Es solo que…

Aprieto los puños. Esta conversación se ha terminado.

  Me muevo como lo hace un gato hacía un ratón y le propino un fuerte golpe en la parte de atrás de la cabeza con el mango del cuchillo. Su cuerpo cae de inmediato, demasiado pasado y tengo que apretar los dientes y aferrarlo bien para que no caiga como un costal de papas.
      Con suerte pensará que se ha desmayado y me ha soñado.

   Lo dejo en una posición medio incomoda, pero de alguna manera segura. Me llevo una mano a la frente y comienzo a pensar que la voy a pagar caro. Muy caro.

Camino un par de minutos sin dirección alguna y finalmente retomo el camino a la posada cuando la tarde comienza a caer. Trepo al techo que esta debajo de la ventana de nuestra habitación salto al marco de esta misma, esta abierta. Se me hace algo descuidado, pero seguramente la ha dejado así para que yo pueda volver a entrar, cuando lo hago aterrizó tan silenciosamente que dudo que Ian me haya escuchado si se encuentra en el cuarto de baño. Para mi fortuna así es.

          Le escucho moverse y yo aprovecho para quitarme las botas y estirar mi espalda, relajar los músculos de mis hombros y tratar de tranquilizar el pequeño dolor de cabeza que amenaza con volverse monstruoso.
      Cuando Ian sale del cuarto de baño prácticamente lanzo mi cara contra las almohadas y trato de apagar mis ojos, ordenarles que no miren abajo mientras Ian se pega un susto y aturdido busca algo con que cubrirse el desnudo cuerpo.

      Dios, dios, dios, dios.

              - Tápate, tápate, tápate por favor ¿¡Por que sales así!?- le grito con voz ahogada por tener todo el rostro pegado a las almohadas.

              - ¡Pensé que no estabas! - grita también el con la voz tensa - ¿¡no sabes tocar!?

              - No pensé que saldrías como si nada, con todo…al….al descubierto.

Ian dice una serie tan larga de malas palabras que me sorprende saber que existen tantas.

              - Ya puedes desencajar la cara de la almohada, Helena - a pesar de que lo escucho niego con la cabeza.

             - ¿Seguro? - preguntó incomoda. ¿Qué tengo que hacer para borrar lo que he visto?

             - Que si - gruñe él.

Lentamente me levanto, y con gran valor volteo a verlo. Esta terminando de fajarse la camisa. El color sube como vapor a mis mejillas.

Carraspeo sumamente incomoda. Mis ojos se resisten a obedecer quedarse quietos.

             - ¿Pue..puedes pedir que vuelvan a llenar la bañera para mi? - sigo con la esperanza de que la situación quede olvidada.

Ian solo me voltea a ver un tanto incomodo mientras sale del cuarto. Un par de minutos después regresa.

             - No tardan - se queda parado incomodo con los brazos cruzados sobre el pecho y mientras se sienta en la mesita de madera oscura que hay en la entrada pregunta - ¿que tal el paseo?

             - Bastante bien - "que buena soy mintiendo" pienso, pero de inmediato me contradigo, considerando que en realidad ha sido una mentira a medias, porque antes de encontrarme con Alex había estado bastante bien.

           - ¿Nada que me ocultes, por lo que deba preocuparme?

    Sin dar una sola pista de que lo que digo es una mentira, respondo:

           - Todo perfecto.

  La curva que generan la boca de Ian me dice que me cree, pero de que hay una pizca de duda todavía asaltando sus pensamientos. Desvío la mirada con el pretexto de lo que que sucedió hace pocos minutos me impide observarlo mucho, pero en realidad la angustia que se refleja en mis ojos es por Alex, y se que si Ian hace demasiado contacto visual me descubrirá. Trago saliva, tengo miedo de que por dejarlo vivir, serán nuestras vidas las que van a se cobradas.

         

3 comentarios:

  1. me alegro mucho que volvieras ahora que ya entraron a la ciudad espero helena
    piense en una opcion de como ba a resolver todo y ese alex? mmm quiero saber mas un beso

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    1. Rosa! gracias por regresar junto conmigo y por tu apoyo desde un principio. Como siempre un beso.

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  2. Hola.. Extrañaba leer estas líneas .. Que buen capitulo muy emocionante que pasara ahora con Helena y Alex “ojos azules”.. Esperare con ansias un próximo capítulo…. Acá en Venezuela salía aun bloqueada la página casi que pierdo esperanzas pero apareció.. gracias por regresar.. Saludos..

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